lunes, 12 de abril de 2010

Besé tus manos
porque no tenía otra boca
para amarte
en todas las lenguas del mundo.
Besé tu vientre
porque no tenía ausencias
más fatales que la tuya.
Besé tus ojos
para creer que la vida
estaba más allá de tus sombras.
Besé tu espalda.
Tu planeta inerme.
Tu rosa muerta.
Y tu cuaderno azul.
Desde entonces más nunca encontré mis labios.

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