Besé tus manos 
porque no tenía otra boca
para amarte 
en todas las lenguas del mundo.
Besé tu vientre 
porque no tenía ausencias
más fatales que la tuya.
Besé tus ojos 
para creer que la vida
estaba más allá de tus sombras.
Besé tu espalda.
Tu planeta inerme.
Tu rosa muerta. 
Y tu cuaderno azul.
Desde entonces más nunca encontré mis labios.
lunes, 12 de abril de 2010
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