lunes, 22 de marzo de 2010

Me miraste y no supe nada,
solo ese olor a rosas tristes que se me acumuló en el pecho
mientras iba y venía detrás de tus pupilas
con tanto miedo a alcanzarlas.
Me miraste y el mundo fue pequeño:
ilegible y tierno como el garabato de un niño
a quien no le alcanzan las aceras para dibujar los sueños.
Me miraste, madre, y yo fui débil ,
como cuando te cabía en los brazos huyendo de cualquier intento
para que tu me resguardaras las alas rotas del no llegar .
Me miraste, no habían horas, ni historias, ni crucigramas,
solo aquel vaivén de nostalgias contándome los pasos
que para siempre me alejarían de ti.

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